miércoles, 18 de febrero de 2015

Bloody summer



Este verano ha puesto en jaque a la denominada “clase política”. Si hasta hace poco cualquier caso de corrupción era un tema aislado, la arista política del caso Penta no siguió los mismos códigos de protección. Curiosamente puede decirse que la olla se destapó debido a la aversión fanática de algunos en contra de la UDI, más allá de los méritos legales. La TV festinó en una danza de consignas y explicaciones para culpar a responsables e inocentes. Turbio o no, con esta actitud colapsaron un sistema de “amistad cívica” que la misma UDI ayudó a cuidar, con o sin razón, para el caso MOP-GATE.

Lo que hizo este grupo “anti-UDI” fue más allá de ese partido. Destapó la caverna donde vive el “monstruo de la corrupción”. Si antes se supieron tantas cosas, como los falsos exonerados, las facturas falsas y los viajes de concejales, por montos amplios, y pasó poco, hoy la vara es diferente. El monstruo se ve. Es más, tiene nombres. Se piden renuncias. Se sacan trapos y se tratan de ocultar sin disimulo. Se miente al país, y el país lo entiende.

Lo de Dávalos y su esposa es un golpe al corazón del bacheletismo. Es el fin del acuerdo tácito por la paz en Chile y el ingreso a los códigos de odio. Esos códigos que nunca murieron y fueron dialéctica de reuniones comunistas, recuerdos ochenteros, dichos reaccionarios y ansias de ruido de sables. Creo que se traspasó la línea de la convivencia diplomática. Que un señor diga que fue un cuasi terrorista en los ochentas no tiene que ver con su rol en una organización puntual, sino es sólo para provocar distracción en los temas nacionales y dividir para conquistar al elector propio, cuando la opinión pública repudia a todos por igual.

La amplificación del caso Penta y la imagen nefasta del hijo de Bachelet y su nuera son heridas que representan un desafío para los políticos. Soy pesimista en que puedan resolverlos sin poner debajo de la alfombra los errores (delitos). Es que convirtieron la alta política en millones, yates y casas grandes. Conceptos mafiosos, casi narcos, aparecieron en la escena. Y para ser un “Dueño del Paraíso” había que destruir.

Si prevalecen las ideologías volveremos a un escenario setentero. Será imposible de evitar. Porque ellos quisieron ser hombres nuevos, mujeres nuevas, con más, pero fácilmente. Se quisieron llevar el mundo por delante y se les terminó la bonanza.

Por eso ha sido todo un “bloody summer”. Así, dicho en inglés, para estar a tono con sus aspiraciones.

lunes, 9 de febrero de 2015

Hijo de su madre


Era una vez el muchacho,
Que no eligió desmarcarse,
Continuó bajo su madre,
Para poder mostrarse.

Empezó solo como un empleado,
Hizo de mañas su oficio,
Ganó dinero con mandarines,
Sus sueños volvió reales,
Y sus vicios, criminales.

Un día fue nominado,
Para ayudar a las mujeres,
Tenía que servir a los infantes,
Pero muy débil fue él.

Junto con su compañera,
Y llevado por su madre,
Ganó dinero sencillo,
Sin laborar un momento.

De miles, millones, se hizo,
Como un genio de la bolsa,
Pero para cual mago advenedizo,
La treta al final fracasa.

Un timador contratado,
Se sintió asalariado,
Y como no fue bien mimado,
El secreto fue revelado.

Todos eran una mafia,
Careta de la democracia,
Vivieron gratis el exilio,
Y llegaron acá al idilio.

Ojalá que el hijo de la madre,
Que come de nuestros pulmones,
Mañana conozca la afrenta,
De su vida de mentiras.

Mejor hubiese jugado,
Mejor hubiese estudiado,
Pero que en la persecución,
No hubiera sido el ladrón.
Y que la madre, corruptora,
Asuma que lo suyo en nada mejora.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Lo que echo de menos


Hace un mes partí a un viaje largo. Y llegué, con mi familia, a uno de los lugares más calurosos del mundo, centro de turismo caribeño, con todo lo que eso implica. Sin embargo, mis motivaciones fueron la geografía y el clima.

Es que ir a Punta Cana básicamente representa un escape para el turista promedio que va a esos lugares. La mayoría busca arrancar del frío invernal del norte o de la rutina del sur. Lo que promocionan como desenfrenado no se dejó ver en demasía, al menos donde estuve. Las muy agradables playas acumulaban algunos turistas en faena de asolearse, lejos de la fiesta playera del comercial de Kem Piña. Los eventos y recintos estaban estructurados para llenar el tiempo del turista. Por cierto que debió existir lugares de mayor escándalo, pero no los vi.

Lo que yo me traje como impresión de ese lugar fue que la gente lo usa para divertirse, y las agencias y personas locales lo saben. Punta Cana es un lugar sin historias y está dispuesto para el cliente con afán de construir sus comienzos (o recomienzos) nupciales o sus salidas familiares en un ambiente agradable. A la larga encuentran lo que van a buscar: playa, sol, calor, delfines, alcohol, palmeras (plantadas) y amables empleados hoteleros. No se van a quejar porque, tan lejos del hogar, tengan que sacarse los zapatos para subirse a una lancha. Al menos así parecen pensar los guías de turismo que sacan provecho de los atolondrados europeos y norteamericanos, estupefactos ante el novedoso entorno.

¿Lección? A lo mejor a usted le gustará Punta Cana, o le gustó cuando fue. Para mí, la lección es que aunque se gasten x millones en el viaje, lo relevante es la garantía de que se cumplirá lo que uno quiere. Eso tiene su precio, que puede ser más, o mucho más que x. Por eso, infórmese bien.

Sin duda fue significativo haber ido y agradezco la oportunidad, por sobre todo pues ya no me cuentan cuentos, ni me creo historias de otros. Lo que extraño es ir, viajar, moverme, saberme lejos, conocer otros entornos. Saberme lejos de este país que me dio tanto y tan poco, que me despreció cuando yo quise darle. Ahora me daré a mi mismo, para poder influir.