Era un partido más,
En el cuadrilátero interminable de la escuela,
El equipo B, siempre derrotado,
Salía a la cancha para seguir sufriendo.
Ese día, empero, llovía,
Y el calor abochornado arreciaba,
El cero marcaba la partida,
Cuando el recreo casi terminaba.
La diferencia inolvidable de esa tarde,
Fue el camino del rectángulo balón, y cansino,
Que el peor de todos colocó al mejor en frente,
Para que con desprecio convirtiera el uno.
Último minuto, instante agónico,
Afloró el fruto del insistente,
Hecho casi inédito e histórico,
Que hoy recuerdo con claridad presente.
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